De hecho, nuestra comprensión general del plástico va a la zaga de su impacto, y reconocer este impacto en sí mismo también es un proceso gradual. Ya en 1907, ecólogos estadounidenses señalaron en sus investigaciones los inusuales "restos transparentes" en el sistema de agua del lago interior, que investigadores posteriores consideraron el registro más antiguo de contaminación plástica en cuerpos de agua (Williams y Rangel Buitrago, 2022). A principios de la década de 1970, biólogos y ecólogos marinos comenzaron a prestar atención a los impactos positivos y negativos de este "nuevo material" en el medio ambiente e intentaron comprender cómo ocurría esto. Para la década de 1990, la comunidad científica prácticamente había alcanzado un consenso sobre la contaminación plástica, y la investigación se centró principalmente en cómo medir el grado y el alcance de la contaminación plástica, cómo rastrear sus fuentes y encontrar soluciones alternativas. El punto de inflexión histórico se produjo en 2004, cuando Thompson et al. Un investigador de la Universidad de Plymouth (Reino Unido) publicó un artículo en la revista Science sobre los residuos plásticos en cuerpos de agua y sedimentos marinos, introduciendo por primera vez el concepto de «microplásticos» (Thompson, 2004). La atención del mundo académico y del público hacia los microplásticos marinos y la contaminación plástica en general aumenta constantemente. En 2012, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible exigió a los Estados miembros que alcanzaran el objetivo de «reducir significativamente la basura marina» para 2025. Esta es la primera vez que el problema de la contaminación plástica se ha elevado al nivel de sostenibilidad global y gobernanza ambiental internacional.